lunes, 1 de abril de 2013

¿Cuánto vale un negocio?

Es evidente que los propietarios de una empresa, más tarde o más temprano, deben interrogarse sobre cuál es el valor de su negocio. En muchas ocasiones, por razones relacionadas con la necesidad de evidenciar el valor de la compañía ante terceros: baste decir, que más del 80% de los estudios de valoración de empresas que efectuamos en ADVALOREM constituyen el argumento cardinal de negociación cuando iniciamos un proceso de:

-Venta a un tercero del total o de un porcentaje del negocio
Al enajenar una empresa, ya sea en su totalidad o de manera parcial, es obvio que el importe que se obtiene al vender –precio- responde a la ulterior negociación que se desarrolla entre comprador y vendedor; pero nuestra experiencia nos dice que en la confrontación de las respectivas posiciones, en la práctica las dos partes obedecemos muy mucho a la valoración previa. De ahí que en una desinversión de negocio cobra verdadera carta de naturaleza disponer de una horquilla de valor de empresa bien construida y argumentada (con sensibilidades y escenarios) que nos sirve de piedra angular de réplica ante cualquier argumento.

-Ampliación de capital
En la obtención de recursos propios (para hacer frente a nuevas inversiones o sencillamente para inyectar fondos que fortalezcan el patrimonio del negocio), el precio de entrada para los nuevos accionistas viene encuadrado dentro del valor que respectivamente empresario e inversores otorgan a la empresa afectada. De manera que en este tipo de transacciones, vuelve a ser crucial para las respectivas partes el hecho de contar con una valoración profesional y ajustada de las acciones o participaciones de la compañía.

-Fusión entre dos empresas
En caso de fusión entre compañías y junto con los detalles fiscales, el acuerdo de la ecuación de canje —correspondencia entre las acciones entregadas de cada empresa fusionada y las recibidas de las resultantes de la fusión— es absolutamente crítico, y responde siempre a las valoraciones que atribuimos a las empresas participantes en la fusión.

-Sucesión en empresas familiares
En los casos de transmisiones hereditarias en los que tenemos el mandato de distribuir el patrimonio de un empresario entre sus legatarios, siempre realizamos una valoración global de la compañía para lograr la igualdad económica entre las partes de la herencia y poder cuantificar adecuadamente lo percibido por cada cual.

Aparte de las razones expuestas, en ADVALOREM recibimos cada vez con mayor frecuencia encargos de valoración de negocio que no están estrictamente asociados a las razones anteriores. Y es que dentro de los nuevas prácticas de buena administración gerencial, va haciéndose habitual que un empresario cuantifique periódicamente el valor de su compañía. Básicamente por dos motivos genéricos. Uno, porque un informe de valoración completo le proporciona datos cruciales sobre su negocio, como la medición de la utilidad que le reportará en el futuro para tomar decisiones (seguir, no seguir, vender, alternativas de inversión, etc) en función de ella. Dos, porque la evolución que siga el valor de su empresa le informará del grado de acierto de la gestión de sus directivos o gerentes.

Algunos reconocidos gurús de la valoración, se atreven a afirmar (de forma ciertamente presuntuosa), que la valoración de empresas es una combinación de ciencia y arte. En ADVALOREM creemos que calcular el rango de valor económico de un negocio es una tarea laboriosa caracterizada por un alto componente técnico al que forzosamente hay que complementar con experiencia empresarial previa y sentido común. A nuestro juicio, esos deben ser los pilares de actuación de cualquier valorador.

En el polo opuesto aún sobreviven algunos empresarios reacios a utilizar análisis cuantitativos o de rentabilidad para conocer el valor de su empresa, abandonando la medición al albur de su visión subjetiva (y por tanto sesgada) del negocio con raciocinios del tipo de "¿quién va a saber mejor que yo lo que vale mi empresa?", o bien... "a mi, que llevo con esto toda la vida… no me hace falta hacer números para saber el valor de mi negocio". Obviamente la decisión compete a cada cual. En el fondo, vender una compañía, como vender cualquier cosa, es relativamente sencillo. Todo se puede vender y de hecho se vende. Cosa distinta es, cómo, y a qué precio. Por ello, a la hora de efectuar una venta, o cualquiera de las transacciones a las que nos hemos referido anteriormente, nosotros desaconsejamos claramente las evaluaciones particulares (no expertas) en donde el componente afectivo prepondera sobre el racional técnico y objetivo, ya que suele ser pasto rápido de algunas aves rapaces hambrientas de... tasaciones "espirituales".

En definitiva, que tal vez haya que poner en tela de juicio el conocido refrán español: "El ojo del amo, engorda el caballo". Pues verán... a veces. Y a veces, no.

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